En el vasto universo de Harry Potter, la complejidad de los personajes se manifiesta incluso entre aquellos que no son considerados villanos. Argus Filch, el conserje de Hogwarts durante décadas, personifica esta dualidad. Presente en eventos clave como el despertar de la serpiente basilisco y la Batalla de Hogwarts, Filch siempre mantuvo una actitud hosca que se volvió infame entre los estudiantes. Aunque no era un villano, para muchos jóvenes, él era lo más cercano a la adversidad en la escuela.
Filch, un Squib nacido de padres mágicos sin magia propia, llevó esta carga con pesar. A pesar de su carencia de habilidades mágicas, se le otorgó el respeto y la oportunidad de ser el conserje de Hogwarts. Sin embargo, su indiferencia hacia la felicidad de los estudiantes, especialmente los de Slytherin, se volvió evidente. Slytherin, a lo largo de los siglos, ha sostenido una reputación menos favorable, influida desde los tiempos de los fundadores de Hogwarts. Salazar Slytherin abogaba por la superioridad de los magos de sangre pura, creando tensiones desde el principio. La inclusión de la serpiente basilisco en la escuela por parte de Slytherin dejó una marca duradera.
No todos los Slytherins eran malos, como Horace Slughorn o Severus Snape, pero muchos adoptaron la creencia de su superioridad. Este orgullo permeó la Casa Slytherin y contribuyó a la percepción negativa, exacerbada por Draco Malfoy y sus amigos, quienes, antes de su cambio de perspectiva, encarnaban la reputación problemática de Slytherin y desafiaban continuamente a Filch.
La relación tumultuosa entre Filch y los Slytherins, con Malfoy como protagonista, se destacó en diversos episodios, desde intentos de incriminar a Harry hasta desafíos personales. A pesar de la colaboración ocasional, la falta de vínculo entre Filch y los estudiantes de Hogwarts prevaleció.